Revista de Historia, Patrimonio, Arqueología y Antropología Americana
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Año 2021, No. 4, Enero (22-35)
ISSN: 2697-3553
https://doi.org/10.5281/zenodo.4322008
la naturaleza del saber humano. Su episteme “hace referencia a las condiciones de posibilidad de los saberes
sólidos contenidos en una época histórica determinada” (Díaz, 2007b, p.76).
Los paradigmas para Kuhn (1962) están estrechamente ligados con las denominadas comunidades científicas; es
decir, el énfasis recae en la ciencia. Para Foucault (1968), los epistemes se relacionan con la sociedad, sus
discursos y sus prácticas, en los “que la ciencia juega el rol de rectora de la verdad” (Díaz, 2007b, p. 79).
Adicionalmente, la mayor reflexión epistemológica de Kuhn (1962) se vincula con las ciencias de la naturaleza,
porque, ciertamente, es tarea difícil el obtener un saber consensuado por parte de las comunidades científicas,
menos en el ámbito de lo social.
Tanto la noción de paradigma, como la de episteme, se entienden dentro de una época específica; el primero es
exclusivamente científico (aunque posteriormente se lo utilizó en otros sentidos) el segundo, es científico social.
Díaz (2007b) señala: “Si imaginamos la ciencia como un iceberg, Kuhn estudió la parte emergente, la que se ve
[
…]. Foucault trató de ver la parte sumergida del iceberg: las prácticas sociales, los intereses, el deseo y las luchas
de poder” (p.80).
Foucault enfoca su análisis en las ciencias sociales, con las cuales es factible estudiar las relaciones de poder que
subyacen en los diversos ámbitos de la realidad social. Díaz (2007b) sostiene que la “coincidencia más estrecha
entre las dos posturas aquí analizadas es, posiblemente, el rechazo a leer la historia de la ciencia como la historia
del progreso de la racionalidad” (p.79). Kuhn logró traspasar la reflexión de la estructura interna de las disciplinas
hacía una relación con el exterior de ellas, desde un sentido histórico; en cambio, Foucault privilegió la reflexión
sobre “las condiciones de posibilidad para que unos discursos accedan al estatus de verdaderos, en detrimento
de otros que se transforman o se olvidan para siempre” (Díaz, 2007b, p.79).
Lo que evidencia Foucault como “fractura epistémica” es, por supuesto, distinta a la crisis de los paradigmas de
Kuhn (1962). En el inicio de su etapa intelectual llamada “arqueológica”, Foucault recurre a la explicación del
cuadro Las Meninas de Velázquez, para ilustrar que en la modernidad el único conocimiento que se consideraba
como verdadero se sustentaba en un modelo científico fisicomatemático, que permitía entender la
representación de la realidad, a partir de dos niveles: el primero, que señala que solo se puede conocer la realidad
por la representación misma; el segundo, que el conocimiento solo se representa por medio de la elaboración
de leyes universales. En relación con el célebre cuadro de Velázquez, citamos esta reflexión:
Las Meninas: como representación de la realidad (lo que ocurría en el salón representado) y como duplicación de
la representación (la representación del reflejo de lo real en el espejo). En ciencia, esto se traduce así: el objeto de
estudio representa (se recorta una porción del mundo a estudiar) y se enuncian fórmulas, modelos y axiomas (se
duplica la representación). Lo formal le otorga consistencia al conocimiento científico y lo torna “más confiable”
que la observación directa de los fenómenos que relaciona (Foucault apud Díaz, 2007a, p.15).
En el pensamiento de Foucault los postulados teóricos sobre las formaciones y prácticas discursivas se
desarrollan a lo largo de toda su obra, principalmente en lo que se conoce como su etapa “arqueológica”. En el
ejercicio de la hegemonía hay una compleja red de relaciones entre dominación y resistencia, similar a lo que
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